Él la venía buscando hace semanas, hace meses, a partir de la primera vez que la oyó cantar. La vio completamente enredada de colores que intermitentemente se encendían y apagaban junto con el juego que proponían las luces de la atmósfera musical. El eco de aquella armoniosa voz perduró rebotando en su cabeza hasta que, una vez a salvo en casa, pudo conciliar el sueño. No tardó en encontrar a la mañana siguiente surfeando las redes sociales, a aquel vivaz y extravagante grupo del cual ella era partícipe, esperando estar al tanto de la próxima presentación. Supo que la siguiente vez debía ir mejor preparado, decidido a llamar su atención discretamente.
La fecha llegó y, aunque algo demorada por conflictos gremiales, la celebración era inminente. Se arregló. Vistió la camisa de sus penúltimas vacaciones, esa que no había tenido muchas oportunidades de lucir en todo su esplendor. Eligió la bermuda blanca, de igual poco uso, para ganar frescura y libertad de movimiento. Se roció con ese magnético perfume que ya estaba a medio frasco y buscó la manera, con un poco de ayuda y asistencia fraterna, de como lidiar con estilo con esa característica y revoloteada cabellera suya. Tanteó sus bolsillos para no olvidar nada: celular, dinero, llaves, documento.
Intercambiaron miradas desde el inicio de la noche, fueron y vinieron cual pelota de pingpong en pleno partido.
Él permaneció disimuladamente cerca del escenario para apreciar de lleno el paisaje que se le ofrecía. [Que pedazo de tonto enamorado]
Se contuvo de no precipitarse, una vez acabado el show, de ir a saludar a los músicos como le era costumbre. Las miradas continuaron oscilando, entre reojos durante largos tragos de cerveza y pispeos entre los recovecos que las distintas rondas de amigos daban a lugar de un lado a otro de la pista.
"Voy a recargar" le dijo a sus compadres elevando el vaso vacío por sobre su hombro izquierdo, en pos de dirigirse a la barra. La excusa más usada es la más obvia. Fue hasta que la vio sonreír directamente cuando captó finalmente su invitación.
¡Sorpresa!... se escuchó de repente por el altavoz a la vez que una catarata de espuma comenzó a caer en el medio del antro, justo a mitad de su camino, inundando el lugar con una húmeda, fría y tangible brumosidad. El funk comenzó a sonar aún más fuerte mientras la gente se veía obligada a caminar de espaldas, sin perder el ritmo y la emoción de la fiesta que estaba en su máximo auge.
Cayó sobre él, además de una tormenta espumosa, una suerte de incertidumbre, un karma atrasado. Inmóvil se quedó allí pensando en ello y en las palabras de Coelho, si el universo conspiraba en su contra. Inesperadamente divisó una silueta aproximándosele de frente, el tiempo se puso en cámara lenta y dio unos pasos hacia delante. En ese preciso instante, cuando creyó distinguir los rasgos físicos suficientes, aún algo cegado, soltó el vaso de su mano, tomó a la figura por la cintura y de un solo combinado movimiento brusco la hizo detener su marcha y girar 45°. Cayó sobre los labios de ella velozmente cual meteorito. El impacto obligó a ambos a arquearse, y tras la vuelta del latigazo, nuevamente en tierra firme los ojos se abrieron.
En ese tiempo detenido, de mili-segundos convertidos en eras, ambos descubrieron en la mirada del otro el vasto universo que cada cual llevaba dentro, las luces que destellaban empeñadas en escapar de sus cuerpos y todas y cada una de las historias que consigo acarreaban. Fue en lo que dura un suspiro y se toma una nueva bocanada de aire que otro beso se disparó. Esta vez mutuo, dulce, cariñoso pero no menos apasionado, suave y delicado como las manos que ahora a él rodeaban, enérgico y fuerte como la convicción de cazador acorralando a su presa. Su séptimo sentido salió volando atravesando el cielorazo a recorrer el mundo. No fue sino hasta alcanzar la más alta contemplación de la vida humana que emprendió el viaje regreso a su cuerpo de origen. Su corazón latía más rápido de lo que su cerebro hacía sinapsis.
Ella retiró su rostro del de él muy lentamente, se dirigió a su oído rozando con debida intención su mejilla y con apasionada voz dijo "pero tengo novio...". Comenzando a sentir una congelación subiendo por su columna exclamó estrepitosamente "WHAT?!", sin importarle en lo más mínimo quien lo oyera o no a su alrededor. Anonadado retrocedió unos centímetros, esperando una respuesta compensadora. Ella, sin dejar de mirarlo a los ojos, junto con una ligera expresión de gratitud y satisfacción le dijo "Ahora mismo no puedo, por favor espérame un poquito."
Ella se fue retirando lentamente mientras él percibió todos los relieves de su brazo y mano. Se esfumó en la nube dejándolo con nada más que una sensación desorbitada y un fueguito que, esperanzador, iniciaba una pequeña ignición en su interior.
Se libre
Bael'adar