Ella se quedó parada, él corrió hacia ella.
Ella extendió las manos y se dejó abrazar.
Él la abrazó tan fuerte que se le enfilaron todos los patitos.
El frío desapareció.
Creció una confortabilidad inexplicable entre ambos.
Nada de la rutina tomó importancia.
Ese era su lugar y no querían ningún otro.
Nada fue premeditado.
Nada de la rutina tomó importancia.
Ese era su lugar y no querían ningún otro.
Nada fue premeditado.
La espontaneidad y el instinto tomaron las armas.
El lloró y ella rió mientras lo terminaba de rodear con sus brazos.
Él quería decir todo al mismo tiempo y no le salía nada coherente.
Ella ya sabía todo, pero aún así lo buscó calmar y esperó para oírlo claramente.
Que le importa al árbol si dos de sus hojas van a parar o no al mismo lugar.
Todo lo demás perdía relevancia.
El lloró y ella rió mientras lo terminaba de rodear con sus brazos.
Él quería decir todo al mismo tiempo y no le salía nada coherente.
Ella ya sabía todo, pero aún así lo buscó calmar y esperó para oírlo claramente.
El mundo jamás se percató del suceso.
Mucho menos interpretó su valor.
Que le importa al árbol si dos de sus hojas van a parar o no al mismo lugar.
Tendría un millón más al llegar la siguiente primavera.
Y las esparciría nuevamente el próximo otoño.
La tierra es quien decide el camino, porvenir y entierro final de los seres.
Sin embargo, mientras tanto tendremos el viento.
Sin embargo, mientras tanto tendremos el viento.
Se libre
Bael'adar
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