Cuando escuché "Va a tener que recursar" por tercera vez de la misma voz, mi proyección astral inmanente observó como salté por encima de ese corruptible banco de escuela, para abalanzarme directamente sobre mi victimaria, ahora víctima. Rodeaba su cabeza con mis manos de artista y desataba el odio acumulado durante más de 2 años. Ejercía presión sobre sus ojos con mis puntillosos pulgares, mientras imaginaba un grito de dolor que en realidad jamás escucharía.
La noche anterior a ese examen, mi compañero de cuarto, para el pesar de mi descanso, optó por entrar en un torneo internacional del videojuego dueño de su devoción. La franja horaria de participación difería por unas 6 horas a la nuestra. A la 1am oí el primer sobresalto; a las 2:27am el primer insulto a sus compañeros de equipo. Yo daba vueltas en la cama, buscando la posición que me alejara del resplandeciente fulgor de la pantalla e intentaba apaciguar el ruido de los clickeos con las almohadas. A las 4:44, sin conseguir nada de lo anterior, intenté adivinar cuántas teclas se desprenderían del teclado tras tomarlo y estamparlo contra la nuca de mi exaltado camarada. Luego, cuántas tras el segundo estampado, tras el tercero, el cuarto...
Una semana previa, en una sucesiva sucesión de desafortunados eventos, me encontraba siendo asaltado, junto a dos colegas más, por un grupo de malvivientes. La noche estaba fría pero nuestra juventud hervía. Entre cervezas, chistes de humor muy poco ético y amigos de corazón, se dificulta prestar atención a los peligros de los alrededores. Uno simplemente deja puesta la confianza en la memoria de los pies, ellos me devolverán a mi hogar. Este conjunto de nefastos nos había seguido severas cuadras hasta conseguir rodearnos. La aparición de un filo nos inmovilizó y al escuchar el "Denme todo", nuestro samaritano desinterés material tomó lugar. Fue cuando uno de ellos propinó una vulgar cachetada trasera e innecesaria que mis sentidos recobraron sobriedad. Mi arma fue el cencerro al que aún insisto en llamar "llavero". Uno a uno, como en un película de acción, el héroe dejaba derrotados y adoloridos en el piso a los maleantes. Una a una, cada "Prive" fue tallando su tatuaje.
Por su puesto que ninguno de esos episodios concluyó de semejantes maneras. Una insipiente astróloga amiga me dijo que es a causa de mi Sol en Tauro y mi Luna en Capricornio. Yo me excuso contestando que tan solo peso 62 kilos. La violencia en mi interior está tan lejana de la superficie que me hace cuestionar que se encuentre de verdad en algún escondrijo oscuro y húmedo. Lo que me inquieta es... ¿por qué siempre está presente y es imaginariamente visible como primera opción ante tales escenarios? En esos milisegundos previos a la tangible y moderada reacción consiguiente.
¿Será que es lo que llaman instinto de supervivencia? ¿Será que así funciona la naturaleza? ¿Estaré bien en el fondo, o tendré algo roto? ¿Necesitaré concretar una situación así alguna vez? Que incertidumbre, que miedo, que vergüenza, que ansiedad. El pensamiento último es: que alivio, que así sucede. Pero por las dudas, y solo por las dudas, no me pongan más a prueba.
Buenísimo!!
ResponderBorrarGracias n_n
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