En fin, hace pocas horas se terminó el tan apreciado (para algunos) y tan intragable (para otros) 25 de diciembre. Y me dejó algo, además de ropa interior...
Es una sensación que pareciera que se hace difícil de describir, que es mejor sentirla y ya, pero esta vez sé lo que es. Es paz.
Una galería rodeada de macetas; una luz portátil fuerte pero que no llegaba a encandilar; viento de ventilador; sanwichitos, matambre y pionono; una sidra y tan solo tres personas que alzaron tres copas frente a la mía.
Va a sonar trillado, lo sé, pero era la Navidad que me estaba haciendo falta.
Por 2 horas pude guardar mi mente en un frasco de conserva y dejar invadir el resto de mi cuerpo de tranquilidad y bienestar en el más amplio sentido de las palabras. No había problemas de trabajo, conflictos familiares externos, ni dramas de amores o circunstancias estresantes de ningún tipo. Solo una familia de 4 siendo un poco cursis al brindar y contando alguna que otra anécdota boluda.
Así que he aquí lo que quería destacar: pasé una Navidad con mucha paz. Paz que ninguna navidad que recuerde había tenido antes, y paz que hace unas semanas de arrastre estaba necesitando.
Mi brindis fue (y es) que a partir de este día todas las navidades puedan ser así, y deseo muy fielmente que lo sean también para todas las personas que amo.
Muy trillada y cursimente os deseo, feliz navidad.
Se libre
Bael'adar
No hay comentarios.:
Publicar un comentario